CLOTARIO BLEST. Dr. Enrique Sepúlveda*

CLOTARIO BLEST. Dr. Enrique Sepúlveda*

Quedaba de sus antepasados un montón de muebles antiguos, unos retratos intactos y un aire de secreta grandeza. Iluminaba la pieza una fotografía de singular belleza.

Puede decirse que, acaso, su estatura física quedaba empequeñecida por el amor de los recuerdos y por los frutos abundantes de sus antepasados en la literatura y en la política chilena.

Pero la naturaleza lo señaló con una mirada abierta, clara y de una limpieza casi celeste, donde encontraba refugio una profunda fe, fuente secreta de su coraje legendario, de su repudio vital frente a las agresiones policiales que caían sobre las espaldas obreras, tal como dos mil años atrás los golpes de las legiones romanas, para mantener “el orden”, se abatían sobre las oprimidas y pobres comunidades cristianas.

Esta fe no lo abandonó jamás. Su acción revolucionaria tenía una solidez de roca el calor pasional requerido por la justicia de una noble causa. Muy joven, cuando la Iglesia visualizó la urgencia de dar contenido a su labor democrática y social, sin dejar sus creencias, su figura aparece entre los fundadores del grupo “Germen” de marcada inspiración cristiana-comunista.

Su tránsito por las luchas sindicales está marcado en la Asociación de Empleados de la Contraloría, en la Asociación Nacional de Empleados Fiscales (ANEF) y culmina en la creación de la Central Única de Trabajadores (CUT) en 1953, cuya Declaración de Principios constituye una rotunda afirmación de que no es posible la liberación de los explotados y oprimidos sin la auténtica revolución socialista, tal como lo dijera Recabarren y la FOCH.

Ese año, sus palabras por la UNIDAD de la clase obrera y el pueblo de Chile, más allá de los partidos políticos, era una utopía irrealizable, dada la división entre socialistas y comunistas, y la existente polvareda de organizaciones sindicales de empleados, obreros y campesinos atizados por el moribundo radicalismo. De esa lejana época data, así mismo, la vestimenta que no abandonó hasta su muerte: un simple mameluco de trabajo.

Su incorregible individualismo y su conciencia moral lo obligaron a abandonar la dirección de la CUT cuando los dirigentes estalinistas, a sus espaldas, dieron instrucciones de suspender la huelga general decretada para todo el país.

Como sindicalista revolucionario, no es extraño que su paso por el Movimiento de las Fuerzas Revolucionarias, que forman más tarde una vertiente del MIR, fuera de corta duración. Tenía, a no dudar, un sentido de la libertad y una concepción individualista que no toleraba las cadenas alienantes.

La contra-revolución de 1973 no logró, pese a sus brutalidades, vejaciones y torturas, quebrar su vieja moral combatiente su apasionada fe en el Hombre. Sus luchas continuaron en medio de las dificultades durante todo el período de lenta recuperación posterior a la derrota.

Su figura frágil y enhiesta, su devoción por los oprimidos y los pobres, no encuentran similitud sino en Luis Emilio Recabarren. Ambos llegan al movimiento obrero revolucionario chileno por distintos caminos, que los exaltan y los unen, mientras los antiguos partidos “obreros” los niegan y los olvidan, o a lo sumo los amortajan, para ocultar su sentido de la vida y de su obra esclarecedora.

* Enrique Sepúlveda, médico pediatra, dirigente revolucionario de inspiración trotskista, Secretario General del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) en su primera directiva; formaron parte además, entre otros, Clotario Blest, Oscar Waiss, Luis Vitale.

Julio de 1990

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