(IV) DE COMO CAMBIAN LAS REGLAS DE REPRODUCCIÓN SOCIAL DEL TRABAJADOR EN EL SIGLO XXI. Héctor Vega

1. Desempleo, envejecimiento y exclusión de los trabajadores, cambio climático, constituyen parte central de los costos sociales que el sistema capitalista de los siglos XX y XXI ignora o bien encarga resolver al Estado. Asumir estos elementos de la crisis global es el punto de partida de nuestra acción política y social.

2. En tiempos de transformaciones estructurales, el residuo social propio al mercado, se reconoce en una masa social heterogénea, que debiera ser la preocupación esencial del Estado. Se espera del Estado un rol central en proveer soluciones al envejecimiento de la población y la incorporación tardía de los jóvenes al mercado del trabajo.

La incorporación de la población a los Bienes Públicos básicos representa el éxito de las medidas que se tomen. Sin los cambios estructurales que estas políticas exigen, el sistema capitalista en su lógica de crecimiento impone, un cada vez mayor, Fondo Social Compensatorio (FSC) propio al funcionamiento de la economía. Dicho Fondo estará integrado por bonos de empresas; subsidios y pilares solidarios concebidos en el presupuesto público. Este Fondo acompaña, como sombra al cuerpo, al sistema capitalista en su lógica de crecimiento. Es la deriva populista a saber, lo social dentro del sistema. Su contrapartida es la Deuda Fiscal del gobierno de turno. Precisemos que el populismo representa la propuesta (promesa) social de cambios dentro de los parámetros del sistema capitalista, cuya regla de oro se expresa en su capacidad de administración de la Deuda. [El FSC como ya lo habrá advertido el lector, no tiene relación con el FRE en el artículo (I) De cómo Financiar un Área de Bienes Públicos].

3. El trabajo no capacitado es desplazado por efectos de la tecnología, la comunicación, los servicios, la robótica. La tarea esencial es la educación que incorpora las habilidades necesarias para enfrentar los nuevos empleos que postula la sociedad del siglo XXI.

4. En ausencia total del Estado o en su presencia parcial, la flexibilización en el mercado laboral –es decir la precariedad de los empleos– deviene la condición esencial de un crecimiento capitalista sin zozobras. Esto reduce los costos de capitalización de las empresas, pero instala una contradicción cuando los salarios de los trabajadores no se incrementan proporcionalmente a la productividad.

En esas condiciones la realización de los productos en el mercado se desplaza al terreno del crédito que se transmuta en ingreso. Caemos en la incertidumbre de los endeudamientos de hogares y empresas que caen en la lógica de la administración de la deuda. Cabe preguntarse si los bancos cumplen con los requisitos mínimos de capital y con la supervisión de la gestión de sus fondos propios. La deuda en este escenario devino un fenómeno inherente al funcionamiento del mercado. Nótese que estadísticas de la Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras (SBIF) en Chile señalan la existencia de 12 millones de tarjetas bancarias de crédito y débito a la cual deben sumarse aquellas emitidas por empresas del retail, todo lo cual suma alrededor de 22 millones de tarjetas en una población total estimada cercana a los 20 millones.

5. Las reivindicaciones salariales agregan presión al modelo. Sin embargo, el FSC (supra) las resuelve pues busca, precisamente, consolidarlo. Es un resultado lógico y pasajero de tensiones entre patrones y trabajadores cuya lucha se sitúa en el terreno del mercado. Sin embargo esas soluciones transitorias del modelo no bastan. En ellas se incuban las rupturas. Reglas de flexibilización del mercado laboral, incertidumbre y precariedad del trabajador son factores de ruptura. En un ámbito global constituyen eventuales factores de transición, o punto de partida hacia un nuevo orden.

6. Las urgencias del futuro permiten visualizar una economía regida por el desarrollo y administración de los Bienes Públicos. Por su magnitud, propia del ahorro forzoso de los trabajadores, los fondos de pensiones podrían constituir, junto al presupuesto del Estado e inversiones del sector privado un Fondo de Reserva y Estabilización de Bienes Públicos (FRE), como lo hemos aclarado en (I) “De cómo Financiar un Área de Bienes Públicos”.

El FRE constituirá la base, en una primera etapa del Plan de la economía de los Bienes Públicos. El Plan de los Bienes Públicos representa una primera etapa en la construcción de una economía ciudadana social y solidaria.

Actualmente en Chile, la lógica del ahorro forzoso sigue otros rumbos. Los bajos salarios y la precariedad del empleo conducen a pensiones forzosamente bajas. Además existe sólo la contribución de los trabajadores, limitada a un 10% más pago de 2% de comisiones a las administradoras de los fondos (AFP) y 1% de seguro de sobrevivencia e invalidez. Antes de la reforma (1981) la contribución al fondo de pensión era de 20% con la participación tripartita de trabajadores, Estado y patrones.

A la situación actual debe agregarse que las AFP, cobran comisiones a todo evento es decir, independientemente de resultados de pérdidas o ganancias. No es extraño que bajo estos parámetros la tasa de reemplazo promedio del sistema no supere el 35%. Por último, los trabajadores propietarios de los fondos de pensiones contribuyen a un mercado privado de capitales, sin tener mayor participación en su administración. Sujeto a los vaivenes de la renta variable los riesgos corren de cargo de los trabajadores. No cabe duda que deberá consagrarse la participación de los trabajadores en el control efectivo y administración de las inversiones y someter las comisiones de las AFP a los resultados del mercado.

7. El cambio climático es un efecto central de las revoluciones industriales. La insuficiencia de las inversiones destinadas a prevenir las sucesivas catástrofes climáticas de las últimas tres décadas es el rasgo capital del desarrollo del capitalismo en los siglos XX y XXI. El cambio climático nos lleva a asumir grandes transformaciones en la explotación de los recursos naturales y el hábitat. La explotación indiscriminada y el sustituto institucional del mercado a saber, los llamados bonos de carbono, posponen las soluciones al calentamiento y contaminación globales. La planificación de la infraestructura, y los fondos comprometidos destinados a enfrentar el cambio climático, constituyen el punto de encuentro del mundo público y privado, en el marco de las tres áreas de la economía: pública, mixta y privada ya evocadas.

8. Ciencia y progreso tecnológico constituyen en el siglo XXI un punto central en la valorización y reproducción social del trabajo. En su desarrollo se teje el faire valoir de la cohesión social del siglo XXI. Esto no es nuevo. En la teorización de mediados del siglo XX en Latinoamérica se relacionaba el progreso tecnológico como un ingrediente de la cohesión social, desde donde el desarrollo urbano y el progreso tecnológico acelerado serían posibles. En sus objetivos finales las grandes transformaciones de la economía han buscado la cohesión social.

A mediados del siglo XX Raúl Prebish en el marco de las economías latinoamericanas, presentaba la transferencia tecnológica como una situación donde el centro retenía el fruto de su progreso técnico en contraposición a la periferia que no lo retenía. En el mercado interno de la periferie, tanto en el caso de bienes de consumo, como bienes intermedios y de capital, existía una estructura productiva heterogénea (moderna, intermedia y tradicional) que impedía la movilidad de los factores de producción. Sociológicamente esto se traducía en una situación de falta de cohesión social. Las inversiones extranjeras y las transferencias tecnológicas jugaban un papel preponderante en las alineaciones sociales que se sucedían en Latinoamérica.

En la década de los años 60, otros, argumentábamos desde el rol que cabía a los sectores medios de la población en el desarrollo económico de la región. Veíamos en esos sectores un papel de pivote aspiracional. Una suerte de clase bisagra. Se trataba de segmentos sociales medios (medios-medios y medios altos) cuya influencia les permitía escalar planos de privilegio y de consolidación de mayores ingresos. Esta actividad adquiría las características de una verdadera negociación social.[1]

En el siglo XXI ese rol negociador ha desaparecido. El rol del sector financiero, por su globalidad, es determinante en el nuevo planteamiento social. Es más, los estratos medios se han empobrecido. Desde la economía real en el contexto global del siglo XXI, la argumentación de Prebisch naufraga, pues la condición de cambio propuesta en el sistema a saber, un mismo nivel de salarios en los sectores y, por consiguiente, las producciones primarias de los países en vías de desarrollo no se cumple. Lo que sí se da es un tipo de inversión y de desarrollo industrial, determinado por las propuestas políticas de los sectores dominantes de la sociedad Latinoamericana a saber, los sectores financieros. Como vimos (y sobre todo en el caso de las finanzas) predomina la geografía externa del poder. Cuando esta asienta sus elementos en el territorio local (tecnología, intercambios comerciales, inversiones y financiamiento externo) y se instala la institucionalidad necesaria para que opere la interrelación entre lo global y lo local, se habrán producido las condiciones necesarias para que la tecnología opere sin los elementos que llevan a las desigualdades. Es decir se habrán producido las condiciones necesarias para que la tecnología opere sin los elementos que llevan a las desigualdades. Es decir se habrán creado las condiciones objetivas para que rija un salario social. El modelo actual de crecimiento acarrea externalidades negativas, lo que en globalidad (ya lo hemos señalado) tiene un efecto destructor sobre la continuidad del género humano. Una prueba contundente son los efectos del desarrollo capitalista en el cambio climático.

Resumamos la trama social de los últimos años.

Las industrias monopólicas del siglo XX, con amplia participación de inversión extranjera directa, gozó en las décadas de los cincuenta, sesenta y parte de los setenta, de un proteccionismo reforzado política y socialmente. En las economías abiertas de fines del último tercio del siglo XX y el actual siglo XXI se impone fundamentalmente un tipo de crecimiento basado en la administración de la Deuda financiera (titularización, et cetera…). Los efectos sobre el empleo y los salarios han sido funestos. En un ambiente recesivo, con importantes tasas de desempleo, después de la crisis subprime de 2008/2009, el mercado laboral se ha caracterizado por ingresos laborales en términos reales inferiores a los niveles previos a la crisis.

Esto se ha traducido en una desigualdad de ingresos preocupante…“pese a la recuperación la desigualdad se ensancha”. Es lo que destaca un informe de la OCDE donde se agrega

[mientras] “los ingresos del 10% más rico de la población se recuperaron rápidamente tras la crisis, los del 10% más pobre apenas han crecido. En la comparativa en los países desarrollados entre 2007 y 2010 la renta real media de los hogares bajó una media del 2,1%, con una caída más marcada en los más pobres (-5,3%) que entre los más favorecidos (-3,6%). Desde entonces, la mayor recuperación en los ingresos más elevados (2,3%) y la débil mejora en los otros (1,3%) ha agudizado las desigualdades”.[2]

En este escenario las clases medias han sido las grandes desfavorecidas.

En conclusión las remuneraciones de los trabajadores constituyen un factor de referencia central, pero no es su nivel en términos monetarios sobre el cual se pueda construir un factor de cambio.

El modelo de desarrollo, desde dentro de las inversiones de las transnacionales en los últimos 60 años potencia el sector exportador, sin integrar al resto de la economía, y los sectores sociales. Estos sobreviven mediante los mecanismos de la Deuda, crean tensiones, pero su poder negociador ha disminuido.

9.  ¿Es posible una transición hacia nuevos horizontes de reproducción social del trabajador? La práctica de los movimientos sociales se sitúa al margen de la política; transitan por los senderos de la negación y refundación de la política.

Cuando la política se desarrolla al margen de los partidos políticos los gobiernos terminan por ejercer una lógica de contención antes que de inclusión. En ese contexto se refuerzan los movimientos sociales; fenómeno potente en las economías avanzadas. La negación del sistema político encabezada por los movimientos sociales, se traduce en el surgimiento de líderes populistas en la política oficial.

En el caso de EEUU y en las economías de la Eurozona líderes populistas de derecha proclaman la limitación de las migraciones y políticas racistas. Nacionalismos elementales que se enfrentan a la globalización de la economía y bienes y servicios producto de las transferencias tecnológicas y las innovaciones. Estos nacionalismos proclaman un Estado-Nación con estructuras político-administrativas en conflicto con relaciones económicas internacionales. Surge así la incapacidad del Estado populista para negociar nuevas estrategias y propuestas que surgen desde el mundo social.

Santiago, Julio-Agosto 2024


[1] Véase ejemplos sobre modalidades de transferencia tecnológica e inversiones extranjeras en América Latina en L. Pacheco (1968 La inversión extranjera y las corporaciones internacionales en el desarrollo industrial de América Latina: el caso chileno. En O. Muñoz et al. Proceso a la industrialización chilena. Santiago, Chile: Cieplan/Ediciones Nueva Universidad, Universidad Católica de Chile); A. G. Frank (1970. Lumpenburguesía: lumpendesarrollo: dependencia, clase y política en Latinoamérica. Medellín, Colombia: Editorial La Oveja Negra); S. Molina (1972. El proceso de cambio en Chile: la experiencia 1965-1970. Santiago, Chile: Editorial Universitaria); M. Mortimer (1995a. Transforming Sitting Ducks into Flying Geese: The Mexican Automobile Industry. Desarrollo productivo N° 26. Santiago. Chile. CEPAL) y (1995b. Paths Towards International Competitiveness: A CANanalysis. Desarrollo productivo N° 25. Santiago. Chile. CEPAL). Véase el contexto general de la propuesta en H. Vega (2001. Integración económica y globalidad. América Latina y el Caribe. Santiago, Chile: Ediciones Tierra Mía).

[2]  Según un Informe de la OCDE sobre el índice de Gini (mide la brecha entre los ingresos de los hogares más ricos y de los más pobres en un rango de 0 a 1) Chile obtuvo un 0,465 en el índice de Gini, seguido de México con 0,459 y Estados Unidos con 0,394.

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