(V) UNA TRANSICIÓN FALLIDA. Héctor Vega

La tendencia populista busca la negociación del status quo social desde lo público, es decir cambios sociales al interior del sistema político y económico vigente. Cest déjà vu. Se ha dado en largos períodos de la historia de la posguerra en Europa y Latinoamérica.

En el Chile del siglo XX esta experiencia populista cubre un período de tres décadas (1939-1970). La cual termina con la propuesta de la Unidad Popular liderada por Salvador Allende (1970-1973). En ese corto período tres políticas resumen el proyecto. Se buscó la formación del Área de propiedad social de la economía, la Nacionalización del cobre y la Reforma agraria. El desafío planteado por Allende implicaba que las instituciones del Estado fueran capaces de contener estas grandes transformaciones económicas y sociales del proyecto. Esto no ocurrió y el golpe cívico-militar del 11 de septiembre de 1973 interrumpió trágicamente la experiencia de la Unidad Popular.

Es sugerente observar que los golpistas buscaron encapsular el país y, por tanto su economía, lo cual creó anticuerpos internos y externos que hicieron inviable su continuación. La experiencia posterior al golpe, más de tres décadas a esta fecha (1990-2024), reitera el sistema económico implantado en 17 años de dictadura cívico-militar e introduce reformas sociales que lo alivian. Sin embargo, la versión populista de las reformas sociales debe someterse al rasero de la globalidad donde imperan las reglas del capitalismo financiero del siglo XXI (Cf. Héctor Vega, 1975, 1980, 1984, 2012).[1]

Si las tendencias populistas persisten presenciaremos la fachada de un Estado moderno, con normas y procedimientos formales que avalan lo social del populismo, pero en contradicción con los compromisos globales de integración capitalista financiera y los desafíos planteados por la población mundial en el siglo XXI.

Una nueva economía basada en la flexibilidad laboral y el mercado de los Bienes Públicos parece desprenderse de las nuevas propuestas. Los traspiés del gobierno de EE.UU con relación al financiamiento en salud, educación, nuevas leyes laborales y fundamentalmente la integración de inmigrantes en su país ponen un punto de interrogación sobre su estabilidad. Agréguese a ello los escenarios de guerra en el Pacífico Sur (AUKUS), China/Taiwan, Medio Oriente (Israel, Gaza en Palestina, Hezbola al sur del Líbano, Altos del Golán en territorio sirio), Ucrania, Rusia, Otan. En el Reino Unido, siendo el Brexit irreversible, el fracaso del Gobierno Conservador (Rishi Sunak) y el advenimiento del gobierno Laborista (Keir Starmer) buscan la estabilidad comercial y financiera frente a sus antiguos socios de la Unión Europea, pues está en duda el rol de Londres como una de las más importantes plataformas financieras del mundo.

Un reordenamiento total de la escena económica y financiera parece inminente. La gradualidad parece ser el desafío más importante del período de transición que se avecina en la sociedad del Reino Unido. En Francia, se manifiesta una oposición creciente al Gobierno de Macron frente a sus anuncios sobre impuestos, leyes laborales y sistema de pensiones. En cuanto a impuestos, las inversiones de grandes fortunas, en montos que van desde los 10 hasta los 100 millones de euros invertidos en renta variable quedan exentas de impuestos. La reforma al código del trabajo adopta la flexibilidad laboral de EE.UU. Esos anuncios abren la puerta al modelo económico de Alemania basado en lo que hemos llamado la economía de Bazar de bajos salarios y minijobs. Ninguna de las 3 fuerzas, Nuevo Frente Popular de izquierda; centro macronista y Rassemblement de Le Pen logró la mayoría absoluta de manera que el gobierno de Macron deberá gobernar por decreto. La rentrée sociale en septiembre se anuncia pletórica de conflictos del trabajo. Las propuestas sociales quedan así entregadas a los vaivenes de una política sumida en sus propias contradicciones.

¿Cuál es el horizonte para aquellos que buscan la legitimación del trabajo desde lo social? En el ámbito de la nueva economía, las nuevas regulaciones y prácticas surgirán, no de la negación de la política, sino de una nueva versión de esta, quiero decir desde la legitimación de lo social. Sin embargo, el capitalismo del siglo XXI plantea una economía sumida en las crisis financieras globales, donde los límites de la Caja Fiscal son fijados por un conservadurismo compasivo.

No obstante, si predomina la mirada del largo plazo de los Bienes Públicos y las urgencias del presente, se habrá conocido una nueva visión de lo social al servicio de la Humanidad.

Santiago, Julio-Agosto 2024


[1] La experiencia de la Unidad Popular está tratada en los siguientes trabajos del autor. Crónica de una dictadura militar (1975); Crítica de la Unidad Popular (1975); Chili 1970- 1973. La politique économique de la transition au socialismo (1980); L’économie du populisme et le projet au socialisme proposé par l’Unité Populaire au Chili (1984); Hacia el Chile Futuro (1984); Integración económica y globalidad. América Latina y el Caribe (2001); Chile 1970-1973: une transition manquée (2012).

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