
Frente a un sistema productivo en declive, por leyes menores en secciones de sulfuro, se trata de asumir las transiciones que se imponen a partir de la inversión y la innovación, transitando desde combustibles fósiles a energías limpias y, utilizándose catalizadores a partir de metales nobles. Éstos son subproductos de la explotación del cobre, como lo hemos señalado a saber, oro, rodio, iridio, osmio, paladio, plata, platino, rutenio… Níquel y cobalto se utilizan como electro catalizadores para producir hidrógeno verde. La producción de hidrógeno verde, metales nobles, tierras raras, cobre constituirán el motor de la transición energética.
La electromovilidad, la transición energética, el reciclaje producto del cobre en infraestructura y construcción, involucra directamente el cobre de mina en el desarrollo de tecnologías amigables con el medio ambiente. Con el desarrollo de la ciencia y las aplicaciones industriales el mayor impulso en el futuro estará centrado en Tierras Raras y alrededor de 40 metales con un amplio espectro de usos civiles que pueden ser recuperados desde los concentrados.
¿Cómo enfrentar la transición climática con un sistema productivo en declive, activos que funcionan en base a costos variables que deben ser auditados según las reglas del mercado?
Está claro que debe incorporarse en la ecuación la explotación y manufactura de los subproductos, pero aún en ese caso la diversidad de opciones que abre ese subsector está sometido a precios de mercado. Incorporar esos activos significa pensar en 2050 cuando se habrán agotado las reservas de cobre y sus subproductos.
El período que viene entre 2024, inicio de la cuenta regresiva, y 2050 debe encontrar una solución para la población que en ese período deberá vivir acontecimientos climáticos inéditos, y algunos ya habituales, en nuestro territorio (lluvias torrenciales, olas de calor, incendios forestales, vientos huracanados, tsunamis, terremotos, etc.) más las secuelas sociales propias de la desigualdad y el desempleo.
La transición climática implica otras formas de energía y de explotación económica. Pensar dispositivos de almacenamiento de energía de fuentes renovables (solares, eólicas) con un costo marginal cero, por tanto inauditables en términos de costos, pues esos almacenamientos se basan en costos de oportunidad, es decir el valor que se deja de lado para obtener algo más. Es decir, concretamente asumir Bienes Públicos en los costos, asegurando con ello un período de transición hacia nuevos empleos, vivienda social, salud, educación, ciencia y tecnología, etcétera.
La intención existe, pero es insuficiente. Me refiero a la normativa que incluye alguno de esos Bienes Públicos en las indemnizaciones a territorios municipales incluidos en el royalty asignado a las comunas.
A las alternativas implícitas en el costo oportunidad, ya mencionadas, se encuentran también los activos de energías renovables, y, por supuesto en la acumulación de inversiones necesarias para financiar el subsector de la minería-industrial. Esta propuesta debe ser considerada como una respuesta a la demanda, como en algún momento deberán ser considerados los vehículos eléctricos.
En el presente el actual mercado no existe, falta la demanda. A falta de ese mercado el precio que implicarían los activos mencionados no son sostenible como tampoco lo es la sostenibilidad financiera. Una coordinación es necesaria, es decir el Plan para garantizar inversiones óptimas a largo plazo y controlar las volatilidades del mercado.
Es evidente que hablamos de otra economía pero si no aprendemos a internalizar los factores críticos que regirán la vida en ese período crítico 2024-2050, nos encontraremos al final de la ruta con un traspaso fallido a las nuevas generaciones difícil de imaginar.
Noviembre 5, 2024