EL IMPUESTO TOBIN Y EL REGIONALISMO ABIERTO. Por Héctor Vega*

Los movimientos de capital con fines especulativos han desencadenado un clima de gran inestabilidad con agudas fluctuaciones en los tipos de cambio. Para frenar la especulación James Tobin propuso a comienzos de los años 70, una serie de medidas para contrarrestarla y específicamente en 1978, el llamado impuesto Tobin sobre los movimientos de capitales de corto plazo. En su formulación esto significaba que en el cambio de monedas se impondría un impuesto entre 0,1% y 0,5%. Por ejemplo para el caso de 0,5% sobre una transacción de un millón de dólares el impuesto rendiría 5 mil dólares. El efecto con bajas tasas de impuesto se centra en la frecuencia de las operaciones más que en la importancia misma de la tasa. Al producirse diversas crisis cambiarias en los años siguientes, renació la propuesta del impuesto Tobin para reducir la volatilidad en el mercado de divisas.

El impuesto Tobin, es parte de un conjunto de medidas destinadas a una regulación efectiva. Entre estas últimas, está el impuesto a los créditos, la supervisión bancaria estricta [para evitar activos de dudosa realización, o que los bancos se presten plata a sí mismos], un presupuesto de las empresas y fiscal equilibrados evitando con ello financiamientos mediante flujos financieros externos.

En el presente, 84% de todas las transacciones extranjeras se realizan en nueve países. Para lograr la factibilidad del impuesto Tobin se propone que este sea consagrado a través de un tratado internacional refrendado por las legislaciones nacionales. La percepción del impuesto deberá producirse en el lugar donde se realiza la operación financiera; la responsabilidad institucional queda a cargo del Banco Central nacional.

El impuesto Tobin, concebido en cuanto elemento estratégico de la gestión financiera global, persigue la reducción de los flujos de divisas y capitales de corto plazo y especulativos; el estímulo de la autonomía de la política nacional y el restablecimiento de la capacidad impositiva del Estado-Nación, afectado por la internacionalización de los mercados.

La propuesta del impuesto Tobin ha sido aprobada por los gobiernos canadiense y finlandés; subrayemos que en la discusión parlamentaria el parlamento canadiense lo aprobó por abrumadora mayoría. En Suiza, Alemania, y el Parlamento Europeo, se han discutido mociones sobre dicho impuesto sin mayores avances. En la década de los 90 del siglo pasado 1.500 parlamentarios en el mundo le entregaron su respaldo; en la misma época en Brasil cien congresistas crearon el “Frente Parlamentario por el Impuesto Tobin”.

En enero de 2000, el pleno del Parlamento Europeo rechazó, por sólo seis votos, que se estudiase la creación de un impuesto sobre los movimientos internacionales especulativos de capital. Los gobiernos, francés y australiano se han pronunciado a favor de un impuesto sobre las transacciones de divisas sin llegar a una sanción legal.

¿Podía realmente el impuesto Tobin frenar la volatilidad de los mercados cambiarios internacionales? En un conjunto de economías regionales y por tanto de intercambios comerciales, Tobin vio en su implementación dos opciones. Una implicaba introducir una política monetaria y fiscal común y la integración económica, esto es una transformación estructural. Vistas las dificultades de este tipo de integraciones, Tobin argumentó por una segunda opción es decir, dejar el impuesto en manos de las instituciones o poderes que administran sus respectivas monedas a saber, los bancos centrales y los gobiernos.

Los intentos de eliminar flujos financieros especulativos en el sudeste asiático demostraron las dificultades que tendría la vigencia del impuesto en la región. A fines época de los 90 el Primer Ministro de Malasia, Mahathir Mohamad declaró que el comercio especulativo de divisas era “innecesario, improductivo y completamente inmoral”, añadiendo que “debería ser eliminado”. Sin embargo, los miembros de la APEC [Cooperación Económica Asia-Pacífico], discutieron la propuesta sin llegar a ninguna resolución oficial. La realización de la opción una de Tobin quedaba así descartada.

Objetivamente Mahathir, cuando propuso la formación de un Grupo Económico Asiático [GEA], se situó en la opción uno de Tobin, aquella que significaba un cambio estructural con miras a practicar un regionalismo abierto, esto es, asumir una interdependencia económica en un plano de integración regional con acuerdos preferenciales, apertura y desreglamentación. El objetivo en ese contexto buscaba incentivar la competitividad de los países de la región y de construir las bases para una economía internacional más abierta y transparente. Paradojalmente, los enemigos de la propuesta vieron en ella un interés proteccionista; es más Estados Unidos temió una iniciativa independentista del campo asiático. La experiencia posterior en Latinoamérica y el Sudeste Asiático con propuestas orientadas hacia un regionalismo abierto, demostró que si bien el impuesto Tobin podía jugar un rol en los intercambios de monedas, no era este quien conduciría a cambios fundamentales en los flujos financieros, los intercambios comerciales y la efectiva inserción en la economía internacional.

El esquema de regionalismo abierto como el que se construye hoy en día en el Sudeste Asiático y, que ya se preveía en esos días, impone sistemas de alerta temprana y de reacción oportuna para prevenir las crisis, contexto dentro del cual un impuesto Tobin significaría un control adicional en los cambios de moneda pero de ninguna manera significativo.

No se puede negar que la experiencia de las crisis de los años 1997 y 1998 llevaron a los países a ensayar vías financieras autonómicas destinadas a evitar los desastres de los años noventa. Recordemos que en los años posteriores al Acuerdo Plaza en Nueva York [1985], cuando el G-5 [Francia, Japón, Alemania, el Reino Unido y Estados Unidos] intervino en los mercados de divisas el dólar estadounidense se depreció en relación al Yen japonés y el Marco alemán. A comienzos de los 90, con la revalorización del Yen los bancos japoneses, con pasivos sin garantías, condujeron a corridas cambiarias con un alto costo de recuperación, que en parte fue absorbido por paquetes de ayudas del FMI; Estados Unidos, el mantener la apertura comercial, provocó un problema de mayor déficit comercial y de crecimiento de la economía. El desplome del Yen y el consecuente superávit comercial de la economía causó problemas de mercado al resto de los países asiáticos. De una manera premonitoria, Fred Bergsten[1] comentó en 2000, que no había interés alguno, para los países asiáticos la alianza con los Estados Unidos y los países occidentales. Agregaba que “en la medida que Asia recobre sus fuerzas, el continente estará determinado a no volver a ser dependiente”. Nótese que en 1996 ya se había fundado la Organización de Cooperación de Shanghái [OCS], institución que se había planteado en la lógica de la evolución y cambio de las relaciones internacionales que vendrían en el futuro [2]. Además, China y Rusia integrantes de la OCS son miembros del BRICS con lo cual se ven reforzados los objetivos de la organización [3].

Conclusión

Las barreras a los flujos financieros especulativos, por tanto el impuesto Tobin, quedan al servicio del regionalismo abierto que se impone como tendencia mundial de integración. En el presente los intercambios comerciales de Asia con el mundo son tan importantes como los de EEUU o la Unión Europea. Se augura así una nueva fase del multilateralismo global, esta vez situado en el marco de bloques regionales.

En el caso de China esto implica el reforzamiento de las relaciones con las 8 economías que integran la OCS]. A la OCS se suma el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura [Asian Infrastructure Investment Bank o AIIB], banco de desarrollo multilateral creado por el gobierno de China destinado al financiamiento de proyectos de infraestructura en la región de Asia. No olvidemos el papel que juega la República China desde hace más de 30 años en el continente africano. Por sus proyecciones la OCS debe ser considerada como un paso importante en el contexto mundial. Por un lado refuerza la iniciativa de la Ruta de la Seda y por otra, frente al retiro de EEUU del TPP, ocupa un lugar preponderante en las negociaciones por la integración comercial del mundo.

* Editor de fortinmapocho.com

NOTAS

[1] Fred Bergsten fue Director del Instituto de Economía Internacional en Washington. Entre 1993 y 1995 presidió el Grupo de Personas Prominentes de APEC.

[2] China, Rusia, Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán fueron los países fundadores del Acuerdo OCS en 1996. Uzbekistán ingresó en la organización en 2001, seguido de India y de Pakistán que ingresaron en enero de 2016. La prioridad de los proyectos de la OCS se sitúa en el campo energético, la exploración de nuevos yacimientos de hidrocarburos y la cooperación en los sectores del gas y el petróleo.

[3] BRICS es la sigla de las cinco naciones con economías emergentes o recientemente industrializadas más importantes del planeta: Brasil [B], Rusia [R], India [I], China [C] y Sudáfrica [S].

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